martes, mayo 30, 2006

mayo, 29



Tarde calurosa en Santiago. Camino por Merced. Bebo un café en el Abarzúa.
De vuelta al departamento. Lectura de Linda Hutcheon. Nos reencontramos con C. Conversamos.
Más tarde, al quedarme sola, dibujo. Se me hace tarde. Llevo la ropa al lavaseco. Tengo prisa.
Pido a la Rola, un amigo loca que vive en el piso de abajo, su bicicleta. Tiene una gran pluma de pavo real y una bandera con los colores del arcoiris y la palabra PACE. Al detenerme para entrar en la tienda, un hombrecito de provecho, sentado sobre una moto junto a la puerta, me increpa:
-¿qué hace una mina tan hermosa como tú cargando una bici tan chistosa como ésta?
Entonces, me aproximo y mirando al estanque de la moto, devuelvo una pregunta:
-¿Y qué hace una moto tan hermosa como tú cargando un imbécil tan chistoso como éste? (...)

domingo, mayo 28, 2006

mayo, 28

Lectura de Murakami y poemas de Yourcenar. Música de Zbigniew Preisner.
Desde el balcón, observo cómo pasan los demás.
Bebo cognac robado.
Un repentino ataque de tos compulsiva. Tal vez es poco hábito a la dicha.

mayo, 28


Amaranta me llaman.
Me excita la foto que me expone por sobre estas palabras. Me gusta aquel gesto que me muestra desnuda, febril, distante, envejecida.
Recuerdo aún el áspero óxido dorado de la silla. El frío en su contacto con mi piel. El rostro de Elena, la fotógrafa de ojos pequeños, fulgurantes, tras las gafas. Vieja, gorda, manos amplias y calientes. Las repetidas historias del hombre que la había dejado. Mi extenso silencio. Luego, su temblor junto a mis labios y el olor de su aliento pasando a mi boca. Después, ese estúpido aura de ilusión con el cual se despedía de mí, minutos antes de bajar las escaleras.
Antes de llamarme y balbucir: -no te voy a olvidar mientras viva-.
Antes de pasar una semana y de morir atropellada.
De quien lo hizo jamás se volvió a saber. La antigua historia de su vida(...)

También recuerdo Granada, música y ciudad de mi niñez. Porque nací en el culo de Europa. Bailando escondida por soleá, al resonar todavía la guitarra de mi padre. De mi madre, recuerdo el sabor de sus lágrimas.
Hoy vivo en una extraña ciudad: Santiago de Chile. Grande, miserable, arribista. Y sobre todo poblada de brutal hipocresía.
Llevo por las calles un cuaderno, en el cual acostumbro a escribir.
Llevo mis deseos como frágil equipaje.
La ciudad me parece más brillante vista desde la penumbra.
Sé caminar a tientas y no desperdiciar ocasiones.
Guardo secretos.
Sé reír sola.
Poco me queda por probar y por temer.
Nunca aprendí a mentir.
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Otra vez insomne.
Alba. Preparo café. Envidia de ver a la Esperanza dormir, pues ni siquiera esa gata es una cómplice a esta hora. Quito su plato de leche.
Rompo de pronto el silencio y escucho la voz de Coralie Clément cantar l'ombre et la lumière.
El perfume del café me embriaga. Fumo. Abro la ventana. Miro al sol. Entre breves y rápidas bocanadas, la extraña realidad parece apoyarse en esas columnas de humo...luego se esfuman los recuerdos.