evocar con palabras...

Mi gusto por disfrutar de lo que hay

Degustar ya: de la lluvia cuando llueve,

del calor directo del sol que mueve, en su contacto,

a tenderse y desnudarse; del aparente “movimiento de las nubes”;

de las bandadas de aves cuando levantan vuelo;

de las diferentes fases de la luna (que no siempre puede verse “llena”);

un arco iris; un eclipse; de esa ola que estalla;

de la marea que se recoge;

de las mesetas, las llanuras, las cimas y los acantilados;

del atardecer y del alba; de la flor que perfuma unos instantes de gloria;

de las espinas del rosal; de un lirio y su delicadeza;

del nombre que se escribe

sobre la arena de una playa y al que borra

el agua del mar cuando se extiende;

de una breve sonrisa;

de una mirada de confirmación; de un abrazo cálido;

de un beso y su sabor único; del tacto de las manos que se dicen su deseo y su gozo;

de las estrellas relucientes en el cielo (resplandeciendo como imágenes o ilustraciones del poder de lo que fue, del brillo del recuerdo);

de un saludo;

de las palabras que superan la despedida

y de las primeras palabras acogedoras que favorecen la bienvenida;

del cuerpo próximo y esa piel que descubre una historia

(hecha también de sueños, de asombros y nostalgias);

de los momentos a solas

(tan fructíferos para conmemorar y proyectar luego de discernir y esclarecerse); también de los momentos de transitorias compañías

(como aprende a hacerlo el peregrino o viajero);

de escribir por declararse y comunicar, de silencio,

sobre todo este silencio compartido…